A lo largo del mes de agosto el periódico El País ha ido desgranando los resultados del estudio de Metroscopia titulado Barómetro de Confianza Ciudadana. En ese estudio hemos podido descubrir lo obvio (los políticos y los partidos políticos son el grupo y las instituciones peor valoradas del estudio) y también nos hemos podido llevar algunas sorpresas: entre las instituciones mejor valoradas por los ciudadanos y las ciudadanas se encuentra la universidad, con 6.8 puntos sobre 10.
Pronto cumpliré mi decimoséptimo aniversario en la universidad. Cuando comencé a trabajar en la universidad pensé que ese era el lugar donde quería estar: un espacio de reflexión y de libertad, una auténtica tierra de oportunidades donde cada respuesta abre nuevos interrogantes por los cuales seguir avanzando. Sí, soy una persona feliz por trabajar en la universidad.
Desde entonces he conocido a muchas compañeras y compañeros que realizan una labor silenciosa de estudio y producción científica. Normalmente el resultado de este trabajo no son grandes titulares o importantes ganancias económicas: las dos recompensas más importantes son la realización de un servicio útil para la comunidad y la satisfacción por un trabajo bien realizado (o fiable, válido o consistente, como quieras). Ambas recompensas constituyen, en realidad, el núcleo de la universidad: servicio público y calidad.
Por ello, en estos momentos de incertidumbre y desasosiego, la universidad tiene que dar un paso al frente e iluminar los espacios oscuros. Necesitamos voces universitarias: necesitamos economistas como Juan Torres o Vicenç Navarro, educadores como Miguel Ángel Santos Guerra o Marcos Santos, sociólogos como Mariano Fernández Enguita o expertos en lenguas como José Manuel Vez Jeremías y su grupo que tomen sus blogs cargados de argumentos y los sirvan por las aceras, por los bares, por las paredes.
Mientras en Madrid los profesores de Secundaria deciden ir a la huelga en defensa de la escuela pública, la universidad - con sus facultades de educación a la cabeza - no puede quedar impasible.
Mientras se plantea en Castilla-La Mancha el cierre de los centros del profesorado, la universidad no puede quedar impasible.
Mientras se debate el modelo de educación lingüística en Cataluña a base de sentencias, la universidad no puede quedar impasible.
Mientras aumenta el volumen de datos sobre los problemas de comprensión lectora de nuestro alumnado, la universidad no puede quedar impasible.
Mientras crecen los centros bilingües por toda España, la universidad no puede quedar impasible.
Mientras la Escuela 2.0 intenta crecer en nuestras aulas, la universidad no puede permanecer en su torre de marfil, impasible y desconectada.
Si eres docente universitario, tienes una tarea pendiente: abre Blogger o Wordpress y ponte a escribir. Necesitamos tu palabra. Necesitamos tu compromiso.
0 comentarios:
Publicar un comentario