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    27 diciembre 2011

    Educación y sanidad o sobre las comparaciones simplistas


    Para entender un sistema social es preferible evitar las respuestas simplistas. La realidad social es siempre compleja, cualquier fenómeno depende siempre de un conjunto amplio de variables y las explicaciones tienden a escapar de la relación causa-efecto para entrar en el terreno de lo simbólico, lo interpretativo y otras vías de análisis.

    En este sentido, desde hace algún tiempo venimos leyendo en diversos medios la comparación entre educación y sanidad bajo el presupuesto de que la calidad de esta última se debe a una diferencia fundamental respecto a la primera: el método de selección del personal. Me parece una explicación tan simple que si esa es nuestra esperanza fundamental probablemente entremos en un ciclo lampedusiano, tan frecuentes, por otro lado, en la política educativa española.

    Como estamos en Navidad y mis niños corretean por el pasillo llamando mi atención, solo dejo aquí algunas preguntas para animar el debate:
    • ¿Tenemos información suficiente acerca de los motivos que animan a doctores y docentes a acercarse a sus respectivas profesiones?
    • ¿Tenemos información suficiente respecto a la satisfacción laboral del personal sanitario en la red pública (y también en la incipiente pero creciente sanidad privada)?¿Y respecto a la satisfacción del paciente, sobre todo en aquellas comunidades donde el proceso de cambio de la sanidad pública a la privada es más intenso?
    • ¿Tenemos información suficiente acerca de la importancia de la existencia de las clínicas privadas para la satisfacción personal, profesional y económica de doctores y doctoras?
    • ¿Tenemos información suficiente respecto a la fiscalidad de las clínicas privadas en nuestro país, sus datos contables, la emisión de facturas en estas clínicas, etc.?
    • ¿Tenemos información suficiente respecto a la relación y las implicaciones entre la profesión médica y las empresas farmacéuticas?
    • ¿Tenemos datos acerca del impacto de un posible MIR en el número de candidatos a la docencia si no se mejora, al mismo tiempo, su estatus profesional - y no es precisamente Madrid un ejemplo de esta mejora?
    • ¿Se puede implantar un MIR sin revisar la formación inicial del profesorado en profundidad, no solo en relación con los contenidos sino en cuanto a la forma de preparar docentes para Educación Infantil, Primaria y Secundaria?
    • ¿Se puede implantar un MIR al mismo tiempo que se desmantela la red de formación permanente del profesorado en algunas comunidades?¿Tiene esto alguna lógica además de hacer pasar el gasto desde la administración al bolsillo del interesado, que habrá de costearse su propia formación permanente?
    • ¿No es más económico reformar las pruebas de acceso a la función pública de los docentes para ajustarlas a la realidad del aula y no a temarios desfasados e irreales?
    En fin, puede haber más preguntas, pero las resumiré en una: ¿modificarán por decreto y con urgencia la educación - un sistema que no suele asumir bien los cambios drásticos de rumbo - o lo haremos con serenidad y calma para intentar no fallar?

    Se aceptan apuestas y comentarios.

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